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¿Quién empuja la ola negacionista y de los anti barbijos?

El coronavirus puso en evidencia a tribus dispersas, teóricos de la conspiración y grupos con intereses políticos y económicos.

 

Lo primero que hay que tener claro, dice Marcelino Madrigal, informático que ha investigado y seguido el comportamiento de estos movimientos en redes sociales, es que lo que está ocurriendo en España, en los Estados Unidos y a nivel global, no es espontáneo. El analista define que la propagación de teorías de la conspiración, las campañas de desprestigio y hasta incluso, el ataque a los gobiernos, a los científicos y a las instituciones sanitarias es alentada por una mezcolanza de grupos supremacistas, anti sistema democrático, de pertenencias a la ultraderecha, seguidores de pseudociencias y/o movimientos “alternativos”.

Y sí, el coronavirus se ha erigido en una cadena que ha conectado tribus reaccionarias, comunidades virtuales agrupadas en torno a empresarios, que han reinterpretado la pandemia desde su óptica conspirativa particular.

Y, con el coronavirus de engarce, se ha producido “una fertilización cruzada de ideas” –tal lo que describen Marc Tuters y Peter Knight, investigadores de la Universidad de Amsterdam y de la de Manchester, respectivamente– en un artículo sobre los inicios de las narrativas que vinculaban la Covid-19 con la tecnología 5G.

Lo evidente es que estos grupos, se han retroalimentado por las redes sociales, o mediante influencers que aborrecen y potencian la desconfianza hacia los políticos y las instituciones.

Desde el ámbito de la sociología, advierten que estas actitudes críticas, son una amalgama de personas y movimientos dispares, en unos casos con posiciones infranqueables y en otros con planteamientos más ambiguos, y diversidad de inquietudes.

De lo que no cabe duda es de que todos esos grupos, comunidades y teóricos de la conspiración se retroalimentan.

También queda claro que en las manifestaciones realizadas, se desafiaron las medidas de prevención del coronavirus y la salud colectiva.

La convocatoria con dichas teorías conspiranoicas, fogoneadas a través de un canal de YouTube, hasta fueron clausuradas, por atacar a los medios de comunicación por informar de ella.

En otros casos, algunos movimientos han osado crear plataformas en internet, desde las que pide donaciones para impugnar las normas sobre el uso del barbijo y la mascarilla.

Otros personeros del anti confinamiento atacan con irreverencia al poder político.

Incluso se dio el caso de un periodista que arremetió contra un youtubers, instigándolo y propiciando su acorralamiento y amordazamiento.

Lo peor de todo es que en las manifestaciones virtuales se hicieron presente, muchos desembozados referentes de partidos de derecha, que reniegan del poder institucional establecido.

También se sumaron a las manifestaciones en contra de ‘la creciente pérdida de libertades ciudadanas’, Médicos y Curanderos negacionistas de la pandemia.

Porque, según diversos investigadores, como el español Lopez Seguí, en teorías de la conspiración, uno de los rasgos comunes de todos estos movimientos y “líderes”, es que se mueven mostrando evidencias que no existen, y despotrican argumentando con esas falta de evidencias.

En otras ocasiones, se apoyan directamente en la manipulación, cuando instan a sus seguidores, a fotografiar salas vacías de los centros sanitarios, para demostrar que no había un alud de enfermos de Covid.

Tanto en esa investigación como en la realizada sobre la campaña que vinculaba coronavirus y 5G, el estudio puso de manifiesto que los impulsores de la teoría de la conspiración, mencionan en sus tuits a líderes controvertidos como Donald Trump, Johnson o Bolsonaro.

Porque, cuando el mensaje es difundido por un personaje famoso –por ejemplo Miguel Bosé, en España, o Madonna en Estados Unidos–, no sólo llega a más gente y de perfiles más diversos, sino que cala y se cree más, a pesar de que esa persona no tenga formación sanitaria ni científica alguna.

Es lo que en neurociencia llaman el efecto halo, “un sesgo cognitivo por el que la tendencia del cerebro es pensar que, por el hecho de que un individuo destaque en un ámbito, su opinión tiene un valor superior al que realmente tiene en cualquier otro ámbito. Y esta es solo una de las diversas maneras en que el cerebro “presiona” para que nos creamos las consabidas fake news, que vulgarmente conocemos como puro invento, a partir de las mentiras.

Con todo, en sus investigaciones Lopez Seguí ha observado que los mensajes que más se difunden y retuitean suelen estar vinculados a políticos o formaciones controvertidas y que tienen sus propios intereses políticos o económicos.

En esa línea, otro analista, Marcelino Madrigal, experto en informática y cultura digital, enfatiza que el hecho de que la marea negacionista tenga muchos focos, que el coronavirus sea el hilo conductor de movimientos o comunidades diferentes sin un líder único o referentes indiscutibles, no impide que tenga un transfondo único y no duda en sentenciar que “El motor es político, se alimenta de grupos políticos y económicos que buscan desestabilizar las instituciones democráticas”.

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