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Mechonazos, piñas, patadas y disparos en el hospital

En lo que parecía iba a ser una tarde más, con  la rutina lógica de atención a casos de urgencia, a los prestadores de salud del Hospital del Este se les atragantó el almuerzo por una secuencia indeseada de sucesos

 

Todo comenzó a eso de las 13,30 horas, cuando arribó a las corridas, una familia con una nena en brazos, tras haber sufrido una descarga eléctrica, -supuestamente- al tocar o pisar una extensión de línea instalada, mediante un alargador con su respectiva ‘zapatilla’.

De inmediato, la guardia suspendió la atención al resto de los pacientes que esperaban ser diagnosticados, para abocarse de lleno a múltiples intentos de reanimación por parte del personal especializado en este tipo de urgencias. Y fue tras un largo rato, en un trance de tensas horas de espera, los familiares de la desafortunada nena de 3 años, recibieron la peor noticia, ya que ni médicos, ni enfermeros pudieron hacer resucitar a la desafortunada nenita.

Al tomar conocimiento y con la participación de la Unidad Fiscal de Homicidios y la División de Criminalística, la policía tomó conocimiento y se hizo presente en el centro asistencial con una patrulla de al menos 5 efectivos.

Cuando los familiares directos de la nenita electrocutada escucharon la confirmación de su deceso, todos lanzaron desgarradores alaridos por tanto dolor, que –literalmente- laceraron al cielo, por la intensidad de los aterradores gritos de lamento, que toda la parentela profería por la irreparable pérdida.

En esa instancia, los uniformados trataron de contener como pudieron y compasivamente a los deudos que pudieron.

Después, las horas pasaron y cuando la guardia de turno retomó la atención a los otros casos de urgencia, cerca de las 16,30 estalló una inusitada perturbación en la playa de ingreso al hospital.

Según testigos presentes, los deudos intentaban acordar sobre el lugar en el que velarían a la menor, pero, dado que la constitución familiar de la desdichada nenita está muy fraccionada, lo que debía ser un acuerdo de rutina, desencadenó un remolino de mechonazos con patadas entre mujeres y a la par los hombres intercambiaban piñas y patadas. La espiral de violencia –tan impropia como inesperada para un lugar sanitario- se desbocó y ponía en peligro la integridad de madres y niños que esperaban ser atendidos, quienes además de asustarse, se sintieron amenazados de ser víctimas por parte de los violentos familiares en duelo.

Fue para esa circunstancia cuando a la policía no le quedó otra alternativa más que disparar balazos al aire, hasta que al cabo de varios fogonazos recién pudo re establecer el orden al ingreso del hospital y –finalmente- a los prestadores de salud les volvió el alma al cuerpo.

 

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