Generalmente la maternidad y la paternidad, no solo biológica, sino también aquella que es ejercida voluntariamente lleva a las personas a realizar los más grandes actos de amor por sus hijos e hijas, desde inumerables desvelos ante circunstancias de enfermedad hasta los más grandes sacrificios personales para que los más pequeños del hogar gocen del mayor bienestar posible.
Este tipo de acciones hablan al común de la gente de una paternidad responsable pero con el transcurso del tiempo los pequeños crecen y comienzan a tomar sus propias decisiones, mamá y papá continuan acompañando, sin embargo en ocasiones las opciones que toman los niños y jovenes no son las más convenientes y es en éstas circunstancias que el rol paterno antes alabado de pronto se transforma en objeto de observación y juzgamientos para la sociedad a causa de los actos realizados por los hijos.
En este contexto deseo compartir una experiencia personal la cual, estoy seguro hará eco en la realidad de muchas madres y muchos padres que dia a dia llevan adelante una intensa lucha conra el flagelo de la adicción a las drogas y sus consecuencias.
Ésta problemática social existe desde hace tiempo, aunque se ha visibilizado en mayor medida en la actualidad. Nuestra ciudad no está exenta de ésta situación y si bien la temática de este artículo podría tomar inumerables direcciones sobre lo que decir al respecto, he optado por escribir acerca de lo que podemos encontrar si nos animamos a mirar un poco más allá de la realidad aparente del joven adicto.
He tenido la oportunidad de conocer personalmente la historia y la intimidad de algunas familias detras de algunos jovenes que sufren adicciones y pude ser testigo de la lucha diaria que llevan adelante intentando rescatar a sus hijos a los que, poco a poco, les va arrebatando de las manos la adicción a las drogas.
Padres, madres, familias enteras golpeadas por el dolor de ver a sus hijos sometidos y encadenados como esclavos de la adicción sin poder gozar plenamente de su libertad y de la vida, cuya luz se va apagando lentamente.
Aún en medio de este inmenso sufrimiento les veo hallar la fortaleza para seguir luchando, en nombre de ese amor que sintieron cuando tuvieron en sus brazos por primera vez a sus amados hijos. Les veo llenos de esperanza en que la sociedad comprenda que la herramienta más certera para reparar y prevenir los daños causados por este flagelo está en la generación de espacios de contención de escucha, y en el desarrollo de actividades de fomento del deporte y la cultura.
Felizmente por estos dias se ha puesto al servicio de nuestra comunidad el centro de escucha movil, este primer paso renueva la esperanza en el deseo ferviente de estos padres luchadores de que estos espacios sean permanentes y estables en nuestros barrios.
No sabemos si alguna vez podremos ganar la pelea contra las adicciones pero si sabemos cada uno de nosotros puede comprometerse a enfrentar estas duras batallas aportando nuestro granito de arena para el bien de nuestra comunidad.
Por: Vicente Cáceres
vicentecaceresprof@gmail.com
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